Para ti, mamón, que trabajarás el 29-S

martes, 28 de septiembre de 2010
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Haces las horas extra sin rechistar, le ríes las gracias al jefe y eres lo que Berltolt Bretch denominó con pluma sabia, analfabeto político. No sabes, no escuchas, no te preocupas por nada ni nadie que no sea tú mismo. Asistes al circo político siempre como espectador, como público. Disfrutas de la función en la lejanía y lo único que pides a cambio es que nunca te falten unas pocas palomitas con las que llenar tu tripa boyante. Eres un número, una tuerca más del engranaje y por supuesto fuiste de los subnormales que colgaron la bandera rojigualda en tu balcón (que en realidad todavía es del banco) durante el mundial. Eres de los que cuando algún compañero de trabajo rebelde critica al jefe, justificas al explotador argumentado aquello de si tú fueras jefe harías lo mismo, tan mezquino eres. Aunque la política rige tu vida de manera determinante la repudias, la desechas, la alimentas con tu analfabetismo político y tu desprecio hacia los que luchan. En el fondo no es desprecio, tienes un miedo terrible que te paraliza, que bloquea tus sentidos y te domestica, y subes a la escalera como la cabra cuando suenan los acordes del organillo patronal. Miedo a perder el trabajo, miedo a no encontrarlo, miedo a ser señalado, miedo a no ser uno más, un miedo terrible a perder la comodidad anónima de pertenecer al grupo, al rebaño.

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