El pasado 3 de octubre, nuestro querido Woody Guthrie hacía 43 años que vino, guitarra al hombro, desde la capitalista y lejana Nueva York a la selva a contarnos historias profundas de los EEUU, de las desigualdades entre personas de piel blanca y negra, de esa dura vida que Hollywood olvida a menudo. A cambio, él sólo preguntaba sobre aquello que en su país llamaban "conflicto"o nuestra opinión sobre Henry Kissinger y de Nixon. Incluso quería que el Ché, otro nuevo inquilino por aquel entonces, le enseñara la lengua de Miguel Hernández para aprender canciones de Alí Primera dedicadas a Ho Chi Minh.
Admirado Woody, esta selva es tu selva, desde Saigón a la isla de Namyit. Incluso China nos disputa otra isla sólo porque se llama como tú. Por algo será.
Nadie como él ha podido soñar con serpientes en el vientre de la Bestia, por eso hemos querido darle color a su recuerdo en forma de pegatina victoriosa junto a esa imperecedera frase de "This machine kills fascists". Ni que lo dudes. Woody es nuestro amigo.